Un monstruo viene a verme (Reseña).
Han sido varias personas las que me han recomendado ver esta película de Juan Antonio Bayona y quizás por eso he salido del cine con una extraña sensación. No me ha llenado. No me ha emocionado.
Quizás cuando las expectativas son grandes al final te haces tu mismo una película mental que luego no coincide con lo que ves en la pantalla. Eso sí, la sala 8 de los Golem Zinemak de Bilbao a tope.
Hemos comentado entre nosotros que el personaje de Connor no termina de llegar al espectador, quizás sea el doblaje al castellano pero hay algo que no nos ha llenado. Por cierto, en la versión en castellano también nos perdemos la voz de Liam Neeson en su papel del abuelo y según lo visto en el trailer parece que también nos perdemos alguna escena más. ¿Alguien podría explicarme porqué tengo la sensación de haberme perdido muchas cosas por no ver la versión original?
Estéticamente me ha gustado la mezcla filmación-animación y por supuesto la banda sonora y el tratamiento del sonido… y también de los silencios. Muy bien tratada la voz del monstruo (la sala retumbaba cada vez que hablaba con su tono lignario) y gran banda sonora la creada por el getxoztarra Fernando Velazquez que dirige en este caso la Orquesta Sinfónica de Euskadi (OSE). Por cierto, en la versión doblada tampoco suena el tema grabado por la OSE junto al grupo británico Keane (a no ser que lo haya hecho al final con los créditos que no hubo manera de leer pues todo el mundo se levanto y empezó a marcharse de la sala). Lo digo porque el tema “Tear up this town” es de esos que levantan el ánimo y para después de las tristezas pues viene bastante bien.
Por otra parte, el tratamiento de la historia de un modo tan fantástico me ratifica en que estamos en tiempo de enmascaramiento del dolor y la muerte. El contacto de niños (y no tan niños) con la muerte real y verdadera, no la de los videojuegos, la muerte en la que hay cadáveres de verdad ha desaparecido de nuestras vidas; parece que la gente solo muere en las películas y escondemos nuestros muertos en los tanatorios. Hasta la celebración de la muerte ha quedado descafeinada en un simulacro de Carnaval otoñal con nombre americano.
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