Tengo que decir que León ha resultado una ciudad que me ha sorprendido gratamente. Esperaba una ciudad castellana, anclada en el tiempo, girando en torno al atractivo de su catedral y me he encontrado con una ciudad moderna, dinámica.
Lo primero que me ha sorprendido a la llegada ha sido la moderna circunvalación que para sí quisieran muchas ciudades. Una vez en la ciudad las orillas del Rio Besuerga sirvieron de improvisado restaurante. Amplios paseos con pistas ciclables, sombra (se agradeció), lugares para el descanso y para el deporte.
Nos acercamos al centro a través de plazas con rotosndas cuyo protagonista era el agua y nos encontramos con un área completamente peatonalizada que llamaba al paseo y la conversación en terrazas y plazas.
Como la visita a la Catedral era nuestro objetivo, nos dirigimos hacia ella a través de calles muy tranquilas, amplias, sin coches. La Catedral surge en el centro de su plaza como una mole que se afila en sus alturas. El pórtico y su rosetón nos anuncian lo que nos encontraremos en su interior. Y dentro nos encontramos con uno de los edificios religiosos más bellos que he visitado. Caleidoscopio de colores formados por las interminables vidrieras que aportan calidez al frio de la piedra. Impresionante.
Creo que la vista de la Catedral eclipsó todo lo que vimos después pero aún así destacaría la Plaza Mayor y las callejuelas adyacentes que invitan al paseo, al comercio y al bebercio.
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